viernes, 3 de mayo de 2013

Cuando el mar envejece

....pero, ¿para qué tanto mar? si la constancia de una gota bastaba para taladrar el más hermético de los corazones. Y él, con su reincidencia natural e incisiva, seguía marcando cada movimiento que dilataba con la destreza y el hábito de quien ha hecho algo tantas veces. ¿Acaso era yo más irresistible que la luna? ¿O todo era fruto de la imantación que posee la longevidad con la que los ancianos se conquistan?


Había pues envejecido yo también. Y es que nadie puede escapar al contacto del agua con la tierra que moldea sinfín las ánforas y las vasijas de lo que somos. Ensimismada, todo sucedió sin apenas darme cuenta, sin titubear los más mínimo y con la frescura de la veteranía se acercó y humedeció mis pies. Ya no retrocedió más. Pero todavía recuerdo el bamboleo vertiginoso con el que me embelesaba, o era yo quizás quien ahondaba hasta sus profundidades. 

Así, en un baño de encantamientos y tal y como se ganan las batallas, él había conquistado una vez más cada uno de mis pliegues y a pesar de todo, ¿qué sabía yo del mar? sino que cuando envejece ya no sabe a sal. 

@mariacheztez



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