domingo, 30 de enero de 2011

COLORES


Si enero es azul, junio es rosa, agosto amarillo y diciembre es morado. Si la amistad es verde y el quererse es violeta. Si el sexo es rojo y el amor naranja. Si el dolor es gris, la angustia es marrón y la muerte negra ¿es por ello que los hombres pensamos en blanco?.

sábado, 29 de enero de 2011

ÁRBOLES

 
A orillas del Sena, by Susy Sánchez

Corríamos alrededor y te ocultabas para sorprenderme. Antes de que el eco arrastrara tu voz dejaste una señal sobre la corteza. Ahora, al ver el tronco envejecido y descubrir tu inscripción comprendo porqué querías que la leyera hoy.

Azahar Andalusí, Córdoba

Si el sexo es rojo y el amor naranja.






              



SUPUSE



Luz de navidad by Susy Sánchez

Supuse que la Navidad en Madrid sería dorada. Llena de luces en sus calles. Con mendigos adornando las fachadas y escaparates que reflejan lágrimas de risas. Con niños vestidos de gnomos comiendo algodones rosas y castañeras que reparten amor asado. Con árboles que brillan más que las estrellas y regalos wii generación iphone. Y en vez de suponer, nos vestimos de plata olvidando que somos oro. Nos despistamos entre almendras, polvorones, villancicos y turrón, mientras el vaho y los quereres lloran en las ventanas. Condensamos los cariños de un año en quince días de mazapán. Y coloreamos nuestro salón. Los abuelos aquí, los niños allí. La copa azul para papá, el plato rojo para mamá. El cordero allí, el pavo acá. Aparecen las risas del champán en una fiesta sin entrada libre. Y supongamos que existe otra Navidad en algún lugar. Donde los colores no brillan y la techumbre mugrienta y opaca es el hogar. Donde los regalos son sueños y las nubes polvorones. Donde las hogueras arden en ilusiones y los deseos se disuelven con el humo negro hasta estrellarse contra el universo. Y supongamos que éstos son los colores de la Navidad. En Madrid...y en cualquier lugar.

viernes, 28 de enero de 2011

Agua y Sal, Peniche (Portugal)

by Susy Sánchez
Desde la orilla la vi venir aventajada del resto. Cogí la tabla, me tumbé encima y remé con todas mis fuerzas sin dejar de mirarla. Al acercarse me advirtió mostrándome sus fauces. Pude imaginarla arrojando espumarajos y tragué saliva.
Se engrandeció tornándose oscura, comenzando a retorcer su cresta, rugiendo hasta caer en picado. El sonido de su corazón me ensordeció. Entonces estiré la mano y acaricié a la bestia.

Atardeciendo en Lorbé, La Coruña


Anclado en los recuerdos.